“Hecho en México”: Una campaña vieja con un traje nuevo
- Lic. Federico Solano Jurado
- 20 oct
- 2 Min. de lectura
Por Lic. Federico Solano Jurado

La reciente promoción de la campaña “Hecho en México”, por parte de la Secretaría de Economía de México en el marco del gobierno de Claudia Sheinbaum, se presenta como una apuesta para posicionar al país en el escenario internacional. Sin embargo, más allá de los spots, los slogans y los eventos protocolarios, la pregunta de fondo es inevitable: ¿qué se pretende realmente con esta estrategia?
La marca “Hecho en México” no es novedad. Su logo y su concepto han estado en circulación desde hace décadas, impulsados en su momento como parte de políticas de desarrollo industrial y promoción comercial. Hoy, en voz de Marcelo Ebrard, la iniciativa pretende venderse como una nueva visión económica y diplomática. Pero no basta con desempolvar un eslogan para posicionar al país en el tablero global.
El problema no está en la marca, sino en la estrategia —o mejor dicho, en su ausencia—. Mientras países emergentes afinan su músculo diplomático para atraer inversiones, abrir mercados y fortalecer alianzas comerciales, México parece haber optado por un modelo de política exterior raquítico y reactivo. La desaparición de instituciones como ProMéxico y la reducción de eventos clave, como los Tianguis Turísticos, han debilitado la presencia internacional del país en materia comercial y turística. Lo que antes era política de Estado, hoy es marketing de ocasión.
Decir que lo “hecho en México” tiene valor es predicarle al coro. Los mexicanos lo sabemos: producimos automóviles, tecnología, alimentos, manufacturas, agroindustria de calidad y talento humano competitivo. Lo que no se entiende es cuál es el propósito real de relanzar una campaña sin músculo institucional que la respalde. Una etiqueta no sustituye una estrategia de política exterior.
Mientras tanto, la diplomacia económica mexicana navega sin timón. No hay planes estructurados para diversificar mercados, no hay un mapa claro de inversión extranjera a largo plazo, y no se perciben señales de una estrategia geopolítica coherente. Lo que sí hay, en cambio, es un uso propagandístico de conceptos que alguna vez tuvieron impacto y hoy se utilizan como simple maquillaje.
La 4T ha demostrado que, en materia de relaciones internacionales y promoción económica, la improvisación pesa más que la experiencia. “Hecho en México” podría ser un instrumento poderoso de posicionamiento global… si detrás hubiera una estrategia integral de diplomacia comercial, incentivos para exportadores y presencia sólida en los foros económicos globales. Pero hoy, más que estrategia, parece un intento desesperado de ponerle brillo a un barco que hace tiempo perdió rumbo.
En pocas palabras: sin política exterior robusta, sin institucionalidad promotora y sin visión de largo plazo, “Hecho en México” se queda como lo que es hoy: una frase pegajosa, vacía de contenido estratégico.
Federico Solano Jurado
Articulista colaborador










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