El bienestar no se improvisa: el verdadero reto del Paquete Económico 2026
- Aldonza González
- 25 sept
- 2 Min. de lectura
El Paquete Económico 2026 presentado por el gobierno de Claudia Sheinbaum es, sin duda, ambicioso. Con un presupuesto histórico de 10.1 billones de pesos, busca consolidar el llamado “humanismo mexicano” mediante la expansión de programas sociales, inversión pública y la protección de la industria nacional. Pero detrás de las cifras y los discursos, surge una pregunta que desde la oposición no podemos dejar de plantear: ¿cómo se sostendrá el bienestar sin una reforma fiscal seria?
La apuesta por los programas sociales es clara. Casi un billón de pesos se destinará a pensiones para adultos mayores, becas Benito Juárez y Jóvenes Construyendo el Futuro. Además, se anuncian becas para estudiantes de primaria, ampliando la cobertura educativa desde la infancia. En infraestructura, se contemplan más de 1.3 billones de pesos para trenes, obras hidráulicas, PEMEX y CFE. Todo esto sin crear nuevos impuestos. El mensaje es seductor: más apoyos, más inversión, sin tocar el bolsillo del contribuyente. Sin embargo, en la práctica, esta narrativa resulta insostenible.
El déficit fiscal proyectado para 2026 es del 4.9% del PIB, el más alto desde 1988. Esto significa que el gobierno está gastando mucho más de lo que ingresa y lo está financiando con deuda. Aunque se promete responsabilidad, los intereses de esa deuda ya superan el gasto en salud. Si no se corrige el rumbo, lo que hoy se presenta como justicia social podría convertirse en una crisis fiscal que impacte directamente a las familias mexicanas.
La narrativa oficial insiste en que se puede hacer más con lo mismo, apostando por una mayor eficiencia recaudatoria. Pero sin una reforma fiscal progresiva que asegure ingresos suficientes sin afectar a las clases medias y bajas, el bienestar se vuelve frágil. No se trata de negar los programas sociales, sino de garantizar que lleguen a quienes realmente los necesitan, sin convertirse en herramientas clientelares ni en promesas que el país no puede sostener.
Otro punto preocupante es el uso de aranceles de hasta 50% a productos asiáticos, especialmente autos y autopartes provenientes de China. Aunque se plantea como una estrategia para proteger la industria nacional, sin una política industrial clara, estos aranceles solo encarecen los productos para las familias. La sustitución de importaciones requiere inversión, innovación y competitividad, no solo proteccionismo.
Se necesita una revisión seria del modelo fiscal. Es imprescindible discutir impuestos a la riqueza, combatir la evasión en sectores privilegiados y fortalecer los ingresos públicos sin recurrir al endeudamiento excesivo. También urge invertir de manera estructural en educación y salud, más allá de simples transferencias. El bienestar no se construye con dádivas, sino con oportunidades reales.
El Paquete Económico 2026 es una apuesta política que busca consolidar una visión de país. Pero si no se acompaña de responsabilidad, transparencia y visión de largo plazo, corre el riesgo de convertirse en una simulación. La justicia social no puede depender de la deuda ni de la improvisación. Debe construirse con planeación, diálogo y una reforma fiscal que garantice que el bienestar sea sostenible, justo y libre de simulaciones.
Los programas sociales deben ser sostenibles, no simbólicos; deben empoderar, no condicionar. El Paquete Económico 2026 representa una oportunidad para abrir el debate sobre cómo financiar el futuro sin hipotecar el presente. Porque el bienestar no se improvisa: se planea, se protege y se honra con visión de Estado.
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