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El motor de las MiPYMES y sus retos en la economía digital

En México, hablar de economía es hablar de las MiPYMES. Son la mayoría, emplean a millones y sostienen el tejido productivo en cada rincón del país. Sin embargo, su relevancia contrasta con un panorama lleno de obstáculos: baja productividad, limitado acceso a financiamiento, rezago tecnológico y una fragilidad que se refleja en la alta rotación de negocios que abren y cierran cada año.


De acuerdo con el INEGI, México cuenta con 5.45 millones de unidades económicas, de las cuales el 99.2 % son micro, pequeñas y medianas empresas. Estas generan más del 70 % del empleo y aportan más de la mitad de los ingresos de la actividad productiva nacional.


Las microempresas dominan la escena: son el 95.5 % del total, emplean a casi la mitad de la fuerza laboral y generan el 17 % de los ingresos. Aun así, su productividad es baja frente a las grandes compañías, que siendo apenas una fracción, concentran ingresos y eficiencia muy superiores.


El dinamismo emprendedor es innegable: entre 2019 y 2023 nacieron más de 1.7 millones de negocios, pero en el mismo periodo 1.4 millones cerraron. La falta de planificación financiera, la complejidad regulatoria y la inseguridad son factores que explican esta alta mortalidad empresarial.


A esto se suma la brecha tecnológica. Mientras que más del 90 % de las empresas medianas y grandes utilizan internet y herramientas digitales, apenas el 23 % de las microempresas accede a la red y solo el 4.4 % vende en línea, según datos del INEGI.

Los principales retos que enfrentan las MiPYMES mexicanas se concentran en cuatro ejes:

  1. Carga de la formalidad: trámites complejos, costos fiscales altos y poca flexibilidad para pequeños negocios.

  2. Acceso limitado al financiamiento: aún con recientes acuerdos entre banca y gobierno, menos del 30 % de estas empresas accede a crédito formal.

  3. Baja productividad e innovación: falta de capacitación, procesos obsoletos y escasa inversión en capital humano.

  4. Entorno de inseguridad y extorsión: un costo invisible que reduce su competitividad y estabilidad.


El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) ha planteado una hoja de ruta clara: reducir la carga fiscal y regulatoria para pequeñas unidades, ampliar incentivos a la digitalización, crear esquemas de crédito más flexibles y combatir de raíz la extorsión mediante instituciones locales más sólidas.


A nivel regional, organismos internacionales sugieren también impulsar la resiliencia empresarial: fomentar que los pequeños negocios planifiquen, fortalezcan sus cadenas de suministro y adopten herramientas digitales como punto de partida para crecer en mercados cada vez más competitivos.


Hoy las MiPYMES mexicanas son un mosaico lleno de vitalidad pero también de fragilidad. Representan la columna vertebral de la economía nacional, pero para convertir su peso en verdadero poder económico necesitan un ecosistema que les permita competir, innovar y formalizarse sin trabas.

Si México logra dar este salto, no solo fortalecerá a millones de negocios familiares y comunitarios: también sentará las bases para un crecimiento económico más inclusivo, digital y sostenible.

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